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#papelesdemisbolsillos #MalvinasArgentinas#2DeAbril

By Aradia Fioravante

No fueron todos víctimas ni fueron todos obligados (200 mil civiles se anotaron como voluntarios).

No puede decirse eso de los oficiales y fuerzas especiales que viven para llegar a un momento así.

Sin duda hubo muchos que se sintieron víctimas antes, durante y luego del conflicto. Sentirse víctima cuesta poco (no todos pueden ser héroes).

También hubo cobardes y traidores como Astiz y Menendez que se rindieron » incondicionalmente » , el ultimo con su cabello engominado y pulcra campera de dubet frente a un oficial ingles embarrado y desgreñado por el combate.

Pero hubo un puñado de héroes cuyas historias singulares siguen vivas: el teniente Estevez, el » sapo» Silva, el sargento Cisneros, Guadagnini que herido de muerte se arroja con su avión sobre el buque ingles.

Mural pintado hace tiempo en homeaje al Teniente Estevez por Aradia Fioravante

Mas allá de que la guerra fue absurda y que desde el principio estaba mal parida( un territorio insular austral se recupera con una guerra aeronaval, con infantería de marina y operaciones de armada y aérea, no con conscriptos del ejército de zonas cálidas) este puñado de héroes son diamantes en el barro. A no olvidarlos.

Héroe es quien puede llevar su cuerpo al sufrimiento y a la muerte por lo que ama. Es el triunfo del alma sobre el cuerpo y el desprecio del cuerpo por el mundo.

N.A:Yo solita, quise brindar mis respetos desde la narrativa de un miembro de la fuerza. Entiendo que sólo son los que transmiten su visión real. Aradia Fioravante además como artista visual (escribe, pinta y muchisimas cosas más). En facebook sus obras las pueden ver en la página Aradia de Salem o leer en https://aradiasalem.blogspot.com

Mi deuda eterna: Perdonen por la indolencia recibida a su regreso, por no haber sabido reclamar por el merecido reconocimiento: pensión digna, reconocimiento eterno, memoria y respeto.

“En el derecho público, el acto de justicia más severo es la guerra, porque puede tener por efecto la destrucción de la sociedad”. Montesquieu

Amén

#UnCachoDeCultura. #EdadMedia #LaMugre

EL AMOR Y LA HIGIENE ENTRE AÑOS 1600 Y 1700

Al visitar el Palacio de Versalles en París, se observa que el suntuoso palacio no tiene baños.

En la Edad Media, no había cepillos de dientes, perfumes, desodorantes, y mucho menos papel higiénico. Los excrementos humanos eran lanzados por las ventanas del palacio.

En un día de fiesta, la cocina del palacio pudo preparar un banquete para 1500 personas, sin la más mínima higiene.
En las películas actuales vemos a las personas de esa época sacudirse o abanicarse.

La explicación no está en el calor, sino en el mal olor que emitían debajo de las faldas (que fueron hechas a propósito para contener el olor de las partes íntimas, ya que no había higiene). Tampoco era costumbre ducharse debido al frío y la casi inexistencia de agua corriente.

Solo los nobles tenían lacayos para abanicarlos, para disipar el mal olor que exhalaban el cuerpo y la boca, además de ahuyentar a los insectos.

Los que han estado en Versalles han admirado los enormes y hermosos jardines que, en ese momento, no solo se contemplaban, sino que se usaban como retrete en las famosas baladas promovidas por la monarquía, porque no había baños.

En la Edad Media, la mayoría de las bodas se realizaban en junio (el comienzo del verano). La razón es simple: el primer baño del año se tomaba en mayo; así que en junio, el olor de la gente todavía era tolerable. Sin embargo, como algunos olores ya comenzaban a molestar, las novias llevaban ramos de flores cerca de sus cuerpos para cubrir el hedor. De ahí la explicación del origen del ramo de novia.


Los baños se tomaban en una sola bañera enorme llena de agua caliente. El jefe de la familia tenía el privilegio del primer baño en agua limpia. Luego, sin cambiar el agua, llegaban los demás en la casa, en orden de edad, mujeres, también por edad y, finalmente, niños. Los bebés eran los últimos en bañarse. Cuando llegaba su turno, el agua en la bañera estaba tan sucia que era posible matar a un bebé adentro.


Los techos de las casas no tenían cielo y las vigas de madera que los sostenían eran el mejor lugar para que los animales: perros, gatos, ratas y escarabajos se mantuvieran calientes. Cuando llovía, las filtraciones obligaban a los animales a saltar al suelo.

Los que tenían dinero tenían platos de lata. Ciertos tipos de alimentos oxidaban el material, causando que muchas personas mueran por envenenamiento.
Recordemos que los hábitos higiénicos de la época eran terribles. Los tomates, siendo ácidos, se consideraron venenosos durante mucho tiempo, las tazas de lata se usaban para beber cerveza o whisky; esta combinación, a veces, dejaba al individuo «en el piso» (en una especie de narcolepsia inducida por la mezcla de bebida alcohólica con óxido de estaño). Alguien que pasara por la calle pensaría que estaba muerto, que recogían el cuerpo y se preparaba para el funeral. Luego se colocaba el cuerpo sobre la mesa de la cocina durante unos días y la familia se quedaba mirando, comiendo, bebiendo y esperando a ver si el muerto se despertaba o no. De ahí la que a los muertos se les vela (velatorio o velorio), que es la vigilia al lado del ataúd.

Inglaterra es un país pequeño, donde no siempre había lugar para enterrar a todos los muertos. Luego se abrían los ataúdes, se extraían los huesos, se colocaban en osarios y la tumba se usaba para otro cadáver. A veces, al abrir los ataúdes, se notaba que había rasguños en las tapas en el interior, lo que indicaba que el hombre muerto, de hecho, había sido enterrado vivo.

Así, al cerrar el ataúd, surgió la idea de atar una tira de la muñeca del difunto, pasarla por un agujero hecho en el ataúd y atarla a una campana. Después del entierro, alguien quedaba de servicio junto a la tumba durante unos días. Si el individuo se despertaba, el movimiento de su brazo haría sonar la campana. Y sería «salvado por la campana 🔔» , que es popular expresión utilizada por nosotros hasta hoy. (Muchos sostienen que es un mito y esta expresión proviene del boxeo)


Lo que hoy hacemos por tradición, lo hacemos sin conocimiento.
Y sólo seguimos tradiciones si sentido.
Como carnaval, día de brujas, etc
A veces el mejor aliado para salir del desconocimiento es la investigación.

Tomado de #vico_castro

“Para investigar la verdad es preciso dudar, en cuanto sea posible, de todas las cosas” Descartes

Amén

#NoRepudioUnCarajo #PoliticamenteCorrecto: fachada de un gonca. (Parte I)

Hoy «un fantasma recorre nuestro diario convivir, el fantasma del lenguaje políticamente correcto». Edilberto Aldán.

Aunque no esté claro en qué consiste esta «corrección», hay consenso generalizado en que debemos practicarla, en que debemos ser «políticamente correctos».

La referencia explícita de género y no olvidar nunca decir «bienvenidos y bienvenidas»,  «los y las niñ@s». En esa línea, no se debe decir «discapacitados» sino «gente especial», hay que decir «homosexuales» y jamás «maricones»; se debe usar «tercera edad» en vez de «viejos», referirse a los ciegos como «no videntes» y se debe evitar la palabra «gordo» reemplazándola por «persona con problemas de alimentación». De igual modo, es políticamente correcto hablar de «pueblos originarios» en vez de «indios», o de «trabajadoras del sexo» en vez de «prostitutas» -«pxtas» es sacrílego-. «Sirvienta» debe sustituirse por «colaboradora doméstica», y nunca decir «ex borracho» sino «alcohólico recuperado» o «bebedor problema».

Es sólo un ejercicio cosmético. El lenguaje políticamente correcto tiene sus raíces en posiciones de izquierda, lo importante a cambiar son las actitudes de base para con los fenómenos en cuestión y las políticas públicas que los enmarcan. Por decir «pueblos originarios», ¿cambian las relaciones sociales que marginan a los «indios», a los históricamente excluidos? ¿Mejoran su situación social las mujeres que ejercen la prostitución al ser llamadas «sexoservidoras»?

Esto comporta el riesgo de crear un nuevo maniqueísmo donde lo correcto está en concordancia con el bien y lo incorrecto políticamente representa el mal.

En la política -arte de gobernar, de dirigir, de moverse en la polis- difícilmente pueda ser correcta; el ejercicio del poder es eso: puesta en acto del poder. ¿Cómo, entonces, pretender corrección en algo que casi por definición rehuye a la idea de lo correcto? 

El uso, o si se prefiere: el abuso, del lenguaje políticamente correcto, puede recordarnos el dicho: «de lo sublime a lo ridículo sólo hay un paso».

«El no celebrar el Descubrimiento de América, ¿qué le parece? Yo creo que se trata de una invención de gente desocupada, que no tiene otros problemas serios». (Entrevista con el brasileño Evandro Carlos de Andrade, director de ‘O Globo’, ABC, Madrid, 17 diciembre 1991, pág. 57.

Si no sos políticamente correcto, hasta tu mascota –perdón, tu animal de compañía– dejará de quererte.

El camino del infierno está pavimentado de buenas intenciones.

(Fuentes: Cordiello, Maquiavelo, Harvard «Lenguaje»)

La historia ha demostrado lo importante que es reflejar continuamente las acciones de las personas. Los regímenes más siniestros se han levantado y cometido sus horrendos crímenes porque los políticamente correctos y  genuflexos fueron incapaces de cuestionar sus comportamientos.

Amén

#papelesdemisbolsillos #Robo #Usurpación legal

#elexplicado.

Robar y usurpar legalmente

Cuando era chica y me mandaba alguna (bueh), mi papá me gritaba: Pero vos sacaste patente de corso? Yo pensaba que se referia al carnaval. Bueno. No.

Era un documento entregado por los monarcas de las naciones o los alcaldes de las ciudades (en su caso las corporaciones municipales), por el cual el propietario de un navío tenía permiso de la autoridad para atacar barcos y poblaciones de naciones enemigas. De esta forma el propietario se convertía en parte de la marina del país o la ciudad expendedora.

Las patentes de corso fueron muy utilizadas en la Edad Media y la Edad Moderna cuando las naciones no podían costearse marinas propias.  Francia, Inglaterra y España las emplearon ampliamente. También fueron usadas por las naciones americanas durante las guerras de independencia. Esto les otorgaba:

Tener derecho a parte de los beneficios obtenidos.

Poder alegar que las acciones realizadas contra países contra los que no se estaba en guerra, pero a los que se les quería hostigar, eran obra de piratas ajenos a su voluntad.

Se abolieron en 1856 en el Tratado de París, que dio fin a la guerra de Crimea.

Pero…La Constitución Nacional de Argentina mantuvo hasta 1994 una cláusula que atribuía al Congreso Nacional: Conceder patentes de corso y de represalias, y establecer reglamentos para las presas.

Por lo visto muchos no se enteraron aún.

Iorio: Cortito y al pié.

«Un príncipe debe, ante todas cosas, conducirse con sus gobernados de modo que ninguna casualidad, buena o mala, le haga variar, porque si acaecen tiempos penosos, no le queda ya lugar para remediar el mal; y el bien que hace entonces, no se convierte en provecho suyo.Le miran como forzoso, y no se lo agradecerán.» N. Maquiavelo. «El Principe» Capítulo VIII «De los que llegaron al principado por medio de maldades»

Amén

#papelesdemisbolsillos Una de Leyendas…

Kingston es una ciudad histórica de Ontario, Canadá, donde el lago desemboca en el río San Lorenzo y donde empiezan las Mil islas.

En las Islas Feroe existe una leyenda preciosa sobre una mujer foca: la leyenda de Kópakonan.

Cuentan que las focas no son más que personas que pasan su vida en las aguas marinas envueltas en sus pieles.

Una vez al año, en la víspera del día de «Kingston” éstas se reúnen en una cueva, se desprenden de sus pieles y vuelven a ser humanos durante unas horas hasta que amanece.

Pero como el ser humano es curioso por naturaleza, hete aquí que un joven de los alrededores decidió comprobar si eso era cierto y escondido para no ser descubierto, espió y observó cómo estos seres se quitaban su piel y la escondían. El muchacho se fijó en una de las mujeres foca, la más bella, que le prendó. Enamorado, decidió esconder su piel, así al llegar el alba ella no podría irse.

Al amanecer, llegaba la hora de volver a las aguas del océano, todas las mujeres focas se calzaron sus pieles menos nuestra protagonista. La mujer descubrió al muchacho y al ir a interpelarle por su mala acción, éste salió despavorido. Así a ella no le quedó más remedio que esperar que el chico le devolviera lo que era suyo y poder sumergirse en las frías aguas marinas. Pero el tiempo pasaba…tanto que decidieron casarse.

Ella confiada y esperanzada, seguía y seguía esperando encontrar algún día la piel de foca, pero lo que ella no sabía es que su marido la había escondido en un cofre bajo llave que llevaba consigo en un cinturón ceñido al talle.

Pescador como era, salía a faenar, pero la mala suerte hizo que un día la llave no colgara del cinto: se le había olvidado sujetarla a la hebilla como siempre hacía.

Regresó asustado a su casa donde, ¡ay sorpresa! la mujer había encontrado al fin su piel de foca.

Caminó hasta el océano feliz por regresar a su mundo, se sumergió y envuelta en las olas marinas, desapareció.

Nunca regresó.

Cuantan que los hombres del pueblo, alentados por el marido abandonado y llevados por el rencor y la venganza decidieron matar a todas las focas que encontrasen la noche de la vispera de la festividad de Kingston.

Así lo hicieron y desde entonces una maldición les azotó: todos los hombres morirían en el mar, bien faenando, engullidos por una tormenta o simplemente despeñados por los acantilados.

Desde entonces la maldición perdura y nunca más se volvió a ver mujeres focas por la zona. (Leido por ahi)

A veces la curiosidad excesiva nos arrastra a la codicia y a la perdición, cuando no sabemos encauzarla.

Amén

#papelesdemisbolsillos… #FelizNavidad

El Regalo – un cuento de Navidad- Rad Bradbury


Mañana sería Navidad, y aun mientras viajaban los tres hacia el campo de cohetes, el padre y la madre estaban preocupados. Era el primer vuelo del niño por el espacio, su primer viaje en cohete, y deseaban que todo estuviese bien. Cuando en el despacho de la aduana los obligaron a dejar el regalo, que excedía el peso límite en no más de unos pocos kilos, y el arbolito con sus hermosas velas blancas, sintieron que les quitaban la fiesta y el cariño.

El niño los esperaba en el cuarto terminal. Los padres fueron allá, murmurando luego de la discusión inútil con los oficiales interplanetarios.

–¿Qué haremos?

–Nada, nada. ¿Qué podemos hacer?

–¡Qué reglamentos absurdos!

–¡Y tanto que deseaba el árbol!

La sirena aulló y la gente se precipitó al cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar, y el niño entre ellos, estaba pálido y silencioso.

–Ya se me ocurrirá algo –dijo el padre.

–¿Qué?…–preguntó el niño.

Y el cohete se movió y dejó atrás una estela de fuego, y dejó atrás la Tierra, un 24 de diciembre de 2052, subiendo a un lugar donde no había tiempo, donde no había meses, ni años, ni horas. Durmieron durante el resto del primer «día». Cerca de medianoche, hora terráquea, según sus relojes neoyorquinos, el niño despertó y dijo:

–Quiero mirar por el ojo de buey.

Había un único ojo de buey, una «ventana» bastante amplia, de vidrio tremendamente grueso, en la cubierta superior.

–Todavía no –dijo el padre–. Te llevaré más tarde.

–Quiero ver dónde estamos y adónde vamos.

–Quiero que esperes por un motivo –dijo el padre.

El padre había estado despierto, volviéndose a un lado y otro, pensando en el regalo abandonado, el problema de la fiesta, el árbol perdido y las velas blancas. Al fin, sentándose, hacía apenas cinco minutos, creyó haber encontrado un plan.

Si lograba llevarlo a cabo, este viaje sería en verdad feliz y maravilloso.

–Hijo –dijo–, dentro de media hora, exactamente, será Navidad.

–Oh–dijo la madre consternada. Había esperado que, de algún modo, el niño olvidaría.

El rostro del niño se encendió. Le temblaron los labios.

–Ya lo sé, ya lo sé. ¿Tendré un regalo? ¿Tendré un árbol? Me lo prometieron…

–Sí, sí, todo eso y mucho más –dijo el padre.

–Pero…–empezó a decir la madre.

–Sí –dijo el padre–. Sí, de veras. Todo eso y más, mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo enseguida.

Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó, sonreía.

–Ya es casi la hora.

–¿Puedo tener un reloj? –preguntó el niño.

Le dieron el reloj y el niño sostuvo el metal entre los dedos: un resto del tiempo arrastrado por el fuego, el silencio y el movimiento insensible.

–¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde está mi regalo?

–A eso vamos –dijo el padre y tomó al niño por el hombro.

Salieron de la cabina, cruzaron el pasillo y subieron por una rampa. La madre los seguía.

–No entiendo.

–Ya entenderás. Hemos llegado –dijo el padre.

Se detuvieron frente a la puerta cerrada de una cabina.

El padre llamó tres veces y luego dos, en código. La puerta se abrió y la luz llegó desde la cabina y se oyó un murmullo de voces.

–Entra, hijo –dijo el padre.

–Está oscuro.

–Te llevaré de la mano. Entra, mamá.

Entraron en el cuarto y la puerta se cerró, y el cuarto estaba, en verdad, muy oscuro. Y ante ellos se abría un inmenso ojo de vidrio, el ojo de buey, una ventana de un metro y medio de alto y dos metros de ancho, por la que podían ver el espacio.

El niño se quedó sin aliento.

Detrás, el padre y la madre se quedaron también sin aliento, y entonces en la oscuridad del cuarto varias personas se pusieron a cantar.

–Feliz Navidad, hijo –dijo el padre.

Y las voces en el cuarto cantaban los viejos, familiares villancicos; y el niño avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el vidrio frío del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato, mirando, mirando simplemente el espacio, la noche profunda, y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas…

Ray

Mi sincero de deseo de abrazos sinceros y genuinos. No importa el como.

Amén

#papelesdemisbolsillos #uncachodecultura Gaudí

Antoni Gaudí Cornet o Antonio Gaudí​​​​​ (Reus o Riudoms,​ 25 de junio de 1852-Barcelona, 10 de junio de 1926).

La Sagrada Familia de Gaudí, en Barcelona, ofrece una lectura tradicional y a la vez contemporánea de la fe católica. Su Fachada del Nacimiento es un evangelio esculpido en piedra.

Gaudí no deja de sorprendernos. Si miramos con atención el Nacimiento, veremos a la Virgen y san José con el Niño Jesús en el pesebre. Pero… no es exactamente un pesebre. ¿Dónde está depositado el Niño?

El arquitecto ordenó que el Hijo de Dios hecho hombre estuviera recostado en una espuerta, un cesto de goma de los que emplean los albañiles para hacer la pasta.

.

Corrían los primeros años del siglo XX. En Europa se extendían las ideas marxistas y anarquistas, que hacían estallar graves conflictos entre industriales y obreros, y que hacían crecer el anticlericalismo.

La Iglesia quería aportar soluciones al problema social. En 1891, el papa León XIII publica la encíclica «Rerum Novarum» sobre la situación de los obreros.

Con el detalle del cesto de goma de los albañiles como pesebre, Gaudí integra el mundo laboral en el Misterio del Nacimiento. Así como están los pastores y los Reyes Magos a ambos lados en la Fachada del Nacimiento, los obreros quedarán reflejados en esa pieza de la escultura.

CASA VICENS DE ANTONIO GAUDÍ

Tal vez con un mensaje implícito: «Más cerca de Dios, imposible».

«El gran libro siempre abierto y que hay que hacer el esfuerzo de leer es el de la Naturaleza». Gaudí.

Amén

Fuente: La Historia del Arte, E. H. Gombrich

#papelesdemisbolsillos Con el corazón partido…todo político es funcional a un #GobiernoCriminalyCorrupto

No comulgo su ideología, sin embargo muchas de sus letras me conmueven. En esta trasnochada y corrupta Zoociedad en la que vivimos y aceptamos sin reacción «Los Nadie» (sin s al final) nos representa. Hoy somos nosotros. Los que trabajamos dignamente, nos exponemos diariamente, los jubilados de más de 30 años de trabajo muertos en vida por su ingreso, los desempleados que buscan y sufren, los sometidos a una doble moral dictatorial, los que duermen en la calle por no poder pagar una pensión, sigo?

Sueñan las pulgas con comprarse un perro

Y sueñan los nadies con salir de pobres

Que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte;

Pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznitas cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba

Los nadies, los hijos de nadie, los dueños de nada

Que no son, aunque sean

Que no hablan idiomas, sino dialectos

Que no profesan religiones, sino supersticiones

Que no hacen arte, sino artesanía

Que no practican cultura, sino folklore

Que no son seres humanos, sino recursos humanos

Que no tiene cara, sino brazos

Que no tienen nombre, sino número

Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local

Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

Los nadies: los hijos de nadie…

Los nadies: los dueños de nada,

jodidos, jodidos, jodidos, jodidos…

Eduardo Galeano 1940

Bonus track El Descubrimiento

En 1492, los nativos descubrieron que eran indios, descubrieron que vivían en América, descubrieron que estaban desnudos, descubrieron que existía el pecado, descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo y a un dios de otro cielo, y que ese dios había inventado la culpa y el vestido y había mandado que fuera quemado vivo quien adoraraban

Amén

#papelesdemisbolsillos #uncachodecultura

La noche de los feos

1

Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido. Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia.

Tampoco puede decirse que tengamos ojos tiernos, esa suerte de faros de justificación por los que a veces los horribles consiguen arrimarse a la belleza. No, de ningún modo. Tanto los de ella como los míos son ojos de resentimiento, que sólo reflejan la poca o ninguna resignación con que enfrentamos nuestro infortunio. Quizá eso nos haya unido. Tal vez unido no sea la palabra más apropiada. Me refiero al odio implacable que cada uno de nosotros siente por su propio rostro.

Nos conocimos a la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos hermosos cualesquiera. Allí fue donde por primera vez nos examinamos sin simpatía pero con oscura solidaridad; allí fue donde registramos, ya desde la primera ojeada, nuestras respectivas soledades. En la cola todos estaban de a dos, pero además eran auténticas parejas: esposos, novios, amantes, abuelitos, vaya uno a saber. Todos -de la mano o del brazo- tenían a alguien. Sólo ella y yo teníamos las manos sueltas y crispadas.

Nos miramos las respectivas fealdades con detenimiento, con insolencia, sin curiosidad. Recorrí la hendidura de su pómulo con la garantía de desparpajo que me otorgaba mi mejilla encogida. Ella no se sonrojó. Me gustó que fuera dura, que devolviera mi inspección con una ojeada minuciosa a la zona lisa, brillante, sin barba, de mi vieja quemadura.

Por fin entramos. Nos sentamos en filas distintas, pero contiguas. Ella no podía mirarme, pero yo, aun en la penumbra, podía distinguir su nuca de pelos rubios, su oreja fresca bien formada. Era la oreja de su lado normal.

Durante una hora y cuarenta minutos admiramos las respectivas bellezas del rudo héroe y la suave heroína. Por lo menos yo he sido siempre capaz de admirar lo lindo. Mi animadversión la reservo para mi rostro y a veces para Dios. También para el rostro de otros feos, de otros espantajos. Quizá debería sentir piedad, pero no puedo. La verdad es que son algo así como espejos. A veces me pregunto qué suerte habría corrido el mito si Narciso hubiera tenido un pómulo hundido, o el ácido le hubiera quemado la mejilla, o le faltara media nariz, o tuviera una costura en la frente.

La esperé a la salida. Caminé unos metros junto a ella, y luego le hablé. Cuando se detuvo y me miró, tuve la impresión de que vacilaba. La invité a que charláramos un rato en un café o una confitería. De pronto aceptó.

La confitería estaba llena, pero en ese momento se desocupó una mesa. A medida que pasábamos entre la gente, quedaban a nuestras espaldas las señas, los gestos de asombro. Mis antenas están particularmente adiestradas para captar esa curiosidad enfermiza, ese inconsciente sadismo de los que tienen un rostro corriente, milagrosamente simétrico. Pero esta vez ni siquiera era necesaria mi adiestrada intuición, ya que mis oídos alcanzaban para registrar murmullos, tosecitas, falsas carrasperas. Un rostro horrible y aislado tiene evidentemente su interés; pero dos fealdades juntas constituyen en sí mismas un espectáculos mayor, poco menos que coordinado; algo que se debe mirar en compañía, junto a uno (o una) de esos bien parecidos con quienes merece compartirse el mundo.

Nos sentamos, pedimos dos helados, y ella tuvo coraje (eso también me gustó) para sacar del bolso su espejito y arreglarse el pelo. Su lindo pelo.

“¿Qué está pensando?”, pregunté.

Ella guardó el espejo y sonrió. El pozo de la mejilla cambió de forma.

“Un lugar común”, dijo. “Tal para cual”.

Hablamos largamente. A la hora y media hubo que pedir dos cafés para justificar la prolongada permanencia. De pronto me di cuenta de que tanto ella como yo estábamos hablando con una franqueza tan hiriente que amenazaba traspasar la sinceridad y convertirse en un casi equivalente de la hipocresía. Decidí tirarme a fondo.

“Usted se siente excluida del mundo, ¿verdad?”

“Sí”, dijo, todavía mirándome.

“Usted admira a los hermosos, a los normales. Usted quisiera tener un rostro tan equilibrado como esa muchachita que está a su derecha, a pesar de que usted es inteligente, y ella, a juzgar por su risa, irremisiblemente estúpida.”

“Sí.”

Por primera vez no pudo sostener mi mirada.

“Yo también quisiera eso. Pero hay una posibilidad, ¿sabe?, de que usted y yo lleguemos a algo.”

“¿Algo cómo qué?”

“Como querernos, caramba. O simplemente congeniar. Llámele como quiera, pero hay una posibilidad.”

Ella frunció el ceño. No quería concebir esperanzas.

“Prométame no tomarme como un chiflado.”

“Prometo.”

“La posibilidad es meternos en la noche. En la noche íntegra. En lo oscuro total. ¿Me entiende?”

“No.”

“¡Tiene que entenderme! Lo oscuro total. Donde usted no me vea, donde yo no la vea. Su cuerpo es lindo, ¿no lo sabía?”

Se sonrojó, y la hendidura de la mejilla se volvió súbitamente escarlata.

“Vivo solo, en un apartamento, y queda cerca.”

Levantó la cabeza y ahora sí me miró preguntándome, averiguando sobre mí, tratando desesperadamente de llegar a un diagnóstico.

“Vamos”, dijo.

2

No sólo apagué la luz sino que además corrí la doble cortina. A mi lado ella respiraba. Y no era una respiración afanosa. No quiso que la ayudara a desvestirse.

Yo no veía nada, nada. Pero igual pude darme cuenta de que ahora estaba inmóvil, a la espera. Estiré cautelosamente una mano, hasta hallar su pecho. Mi tacto me transmitió una versión estimulante, poderosa. Así vi su vientre, su sexo. Sus manos también me vieron.

En ese instante comprendí que debía arrancarme (y arrancarla) de aquella mentira que yo mismo había fabricado. O intentado fabricar. Fue como un relámpago. No éramos eso. No éramos eso.

Tuve que recurrir a todas mis reservas de coraje, pero lo hice. Mi mano ascendió lentamente hasta su rostro, encontró el surco de horror, y empezó una lenta, convincente y convencida caricia. En realidad mis dedos (al principio un poco temblorosos, luego progresivamente serenos) pasaron muchas veces sobre sus lágrimas.

Entonces, cuando yo menos lo esperaba, su mano también llegó a mi cara, y pasó y repasó el costurón y el pellejo liso, esa isla sin barba de mi marca siniestra.

Lloramos hasta el alba. Desgraciados, felices. Luego me levanté y descorrí la cortina doble. Mario Benedetti (La muerte y otras sorpresas, 1968)

“Si yo fuera ustedes, amigos, no pagaría por ver una película de monstruos; me quedaría en casa y me miraría en el espejo. Hay que ahorrar.” 😉

Amén

#papelesdemisbolsillos #Efemérides #Lennon

Esta sería la tapa de la próxima revista de la Rolling Stone a fines de 1980, para promocionar su álbum Double Fantasy.
La fotógrafa Annie Leibovitz llegó ese 8 de Diciembre cerca de las 9 de la mañana al edificio Dakota, para fotografiarlo pero, finalmente, los convenció de posar juntos. Yoko se negó a posar desnuda, pero John aceptó. «Has capturado con exactitud nuestra relación», le dijeron ambos.

Y ella lo sabía: la foto era profunda, fantástica y con potencial éxito. Sin embargo, no solo capturó la esencia de la relación, también sacó lo que sería la última foto de John y Yoko juntos.
Una imágen que sería premonitoria, con John dando un beso tal vez de despedida y regresando al inicio, a una Yoko ya de negro luto…

Por la noche, frente a éste mismo edificio sería asesinado.
Ese día partió un Hombre comprometido con la Paz y la Igualdad, un Símbolo que dejó un Mensaje de Libertad y Esperanza que con la Creatividad de su Arte y su Música, trazó un Camino que nos Inspira a creer que un Mundo mejor es aún posible…

«Imagina que no hay países. No es difícil hacerlo. Nada por lo que matar o morir. Ni religiones tampoco. Imagina a toda la gente, viviendo la vida en Paz…»

Puedes creer que soy un Soñador, pero no soy el único…💕

Amén
💕