Archivos Mensuales: septiembre 2020
Rene Lavand. #Efemerides. Relatos desde el #Aislamiento
El 24 de Septiembre de 1928, en la ciudad de Buenos Aires, nacía un hombre con un don especial, que pese a una tragedia que amenazó con derrotarlo, se sobrepuso regalando su magia al mundo.
Con 7 años asistió al espectáculo del mago «Chang» quedando fascinado, una amigo del padre le enseñó algunos trucos, pero los problemas laborales los obligaron a mudarse a Coronel Suarez.
En Febrero de 1937 durante los carnavales fue atropellado, el auto le pasó sobre su brazo derecho, (René era diestro), obligando a amputárselo 11 cm por debajo del codo. Tiempo después mientras trabajaba como bancario, retomó su pasión por la ilusión y comenzó a incursionar en la «Cartomagia», se perfeccionó de manera autodidacta, ya que todas las técnicas documentadas son para magos con dos manos.
No solo superó su discapacidad, sino que creó un nuevo estilo de espectáculo de magia, la ilusiones se sucedían dentro de un relato poético o novelesco.
En 1961 gana una competencia de «Manipulación» que le abrió las puertas de los escenarios porteños y la TV. Su arte era el de «Agregarle poesía y belleza al asombro», sus espectáculos eran minimalistas pero contundentes, con una sólida unión de magia, textos y música. Creador de la «Lentificación», una ilusión realizada lentamente donde el público percibirá la imposibilidad que se tratara de un truco.
Con este método, Lavand reinventó un clásico de la Cartomagia, el truco «Agua y aceite», que hacía mientras decía «No se puede hacer mas lento….». Su carrera a nivel internacional fue de excepción.
Sin olvidar nuestros «Sábados Circulares de Mancera»
René Lavand.
Alguien dijo que cuanto más suave es la caricia, más penetra. Yo digo que cuanto más lento el movimiento, más profundamente llega. R. Lavand
Amén
Mis miedos Relatos desde el #Aislamiento
Mis miedos son mis molinos gigantes. Cansan, desgastan, hacen daño. Pero, tienen sentido?. No. Vale la pena luchar con ellos?. No.
Elijo escucharlos, agradecerles su presencia y que se diluyan. Elijo no darles poder,
Mi lanza y escudo son mi fortaleza, esa que el propio miedo intenta mellar y todo lo sagrado que me rodea que solo quiere lo mejor para mi.
Cada árbol, cada ave, cada animal, cada ser que me ama, cada piedra, cada cerro que me rodean, son aliados incondicionales para esta lucha que tiene origen tantos siglos atrás. (E.M.)
El ánimo que piensa en lo que puede temer, empieza a temer en lo que puede pensar.
Francisco de Quevedo
Amén
Relatos desde el #Aislamiento. #Sabado. #Erotismo
El hombre de vía Merulana la saludó tocándose el ala del sombrero. Como cada mañana, apuraba su expreso en un pequeño café junto al Palazzo Farnese, el único lugar donde podía observar el edificio de viviendas y la vida de los vecinos sin apenas levantar sospechas.
Un asesinato en un barrio tan céntrico era un acontecimiento social. Su cara se había hecho demasiado popular en las últimas semanas de interrogatorios, y en un trabajo como el suyo eso no era lo más recomendable. Allí también la veía a ella cada día. Camiseta negra de tirantes, falda ajustada, gafas oscuras y un equilibro innato sobre unas sandalias de tacón que parecían desafiar, a golpe de seguridad en cada paso, el peligroso sanpietrini romano. Llegaba silenciosa, con un libro en la mano, pedía un cappuccino en tazzina bollente, le sonreía a modo de saludo y se sentaba a leer.
El hombre de vía Merulana terminaba despacio su cigarrillo contemplando, analítico, aquel espectáculo, pero esa mañana no se marchó, como siempre, sino que se acercó a ella interponiéndose entre el libro y la luz, como un eclipse de sol.
—Tazzina bollente, alla maniera napoletana. ¿Es usted de Nápoles? Ella levantó la mirada despacio; de abajo arriba: zapatos de piel muy usados, pantalones anchos con raya y vueltas, camisa impoluta de algodón, chaqueta ancha, corbata oscura, cigarrillo bajo un bigote bien recortado, de policía o actor, y sonrisa deslumbrante, casi descarada, que contrastaba fuertemente con unos ojos tímidos color miel.
—No soy italiana, pero sí soy del sur —dijo sin dejar de mirarle. De repente deseó que aquel eclipse durase toda la mañana.
—Yo sí soy italiano, pero del norte. L’uomo col sigaro in bocca e con i risvolti ai pantaloni —dijo, forzando el acento genovés. Ella se rió divertida, inclinando la cabeza un poco hacia atrás. Él miró aquel cuello bronceado y terso y tuvo que echar mano de toda su templanza para no acariciarlo.
—¿Ha visitado alguna vez el escenario de un crimen?
—Solo en literatura.
—¿Desearía hacerlo en la vida real conmigo?
—Sí.
El palazzo se mantenía en mitad de la piazzeta orgullosamente en pie a pesar de las heridas de guerra y la miseria de los años posteriores. Sus estancias barrocas habían sido convertidas en viviendas humildes para familias numerosas, que se hacinaban con más dignidad que medios entre sus poderosos muros de piedra. Al pasar, el policía de uniforme que vigilaba la puerta se cuadró e intercambió con aquel hombre algunas palabras antes de dejarlo pasar. Entraron juntos en la penumbra del patio central, del que arrancaba una bella escalera con muros desconchados de hermosas pinturas al fresco. Todo estaba desierto; aquel crimen había detenido por unas semanas la vida allí.
Ella subía los peldaños de mármol muy despacio, sabiendo que el hombre que la seguía era capaz de valorar el paisaje que se le ofrecía. En el rellano de la primera planta, la mujer se volvió, pasó el brazo desnudo por su cuello y le besó con voracidad. Él le devolvió el beso moviendo la lengua con deseo dentro de su boca, sujetándole la cabeza con las dos manos, empujándola hasta una de las esquinas en penumbra, clavándose en sus ingles y levantando la falda ajustada a la altura de sus caderas para comprobar que no llevaba bragas y que la humedad del coño, mezclada con el sudor, le habían mojado los muslos.
Se arrodilló para zambullirse en la delicia que le chorreaba en los labios mojándole la cara, tratando de hundirse en el vello del pubis penetrándole el coño con la lengua tensa; buscando el clítoris para acariciarlo con la punta y volviendo a entrar de nuevo sin respirar, como un buceador profesional, hasta sentir que el ritmo de las caderas se transformaba en espasmos de placer.
Después se abrió la bragueta, apoyándose en los escalones la cogió por la cintura y la sentó a horcajadas sobre él. Se devoraban a besos mientras ella cabalgaba sobre aquella polla enorme, dura, placentera, tratando de ahogar los aullidos de placer en el cuello del hombre, mordiéndole, dejándose llevar por las obscenidades que se intercambiaban al oído: Te mangerei tanto sei bella; me fa sesso di impazzire; ti desidero in maniera brutale; non sai quante volte ho pensato alla tua boca, alle tue labbra, alla tua lingua. Allora prendimi e fammelo sentire, maschio; vieni qua.
El deseo terminó cegando la voluntad y poco a poco se fue dejando envolver por el placer inmenso que le proporcionaba el ritmo cálido de aquella hembra hasta que, finalmente con un gruñido, se corrió con desesperación, casi dolorosamente.
«Cazzo di Dio, maldigo este caso, pues no se trata de un crimen, sino de un maledetto imbroglio»
Bajaban las escaleras cuando de repente él se detuvo, pensativo.
—Detesto el final de esta investigación —dijo. El amor y la muerte casi siempre van unidos, hermosa mía. Por eso, Cazzo di Dio, maldigo este caso, pues no se trata de un crimen, sino de un maledetto imbroglio.
Ella lo miraba sin comprender, un tanto sorprendida por la confidencia.
—¿Tú crees en el amor?
Él le sonrío, encendiendo un cigarrillo.
—Hoy puede que sí, principessa. Hoy puede que sí.
Amén
Séptima Sombra. Via Merulana, Roma, ferragosto de 1956
Relatos desde el #Aislamiento Caminar…
Camina lejos de discusiones que no te llevan a ningún otro lado más que al enojo.
Camina lejos de gente que deliberadamente te minimiza.
Camina lejos de cualquier pensamiento que reduce tu valor.
Camina lejos de los fracasos y temores que paralizan tus sueños.
Camina lejos de la gente que no se interesan en ti y son oportunistas.
Mientras más lejos camines de las cosas que envenenan tu alma, tu vida será más feliz.
Así que camina…
Hacia el amor, la paz, la amabilidad, y la benevolencia.
Date una caminata…
Hacia el interior de tu corazón, que es la misma casa de tu divinidad.
Y recuerda que el silencio nos ayuda a caminar diariamente en la dirección correcta.
«CAMINAR ES EL MEJOR EJERCICIO»
Amén
Relatos desde el #Aislamiento. Cambié
#algodemi
Ella era linda… mandaba mensajes, dedicaba canciones e imágenes tiernas.
Le gustaba dar los buenos días y preguntar cómo estás? Qué tal tu día? Ya comiste? Que llegues bien!.
Ella buscaba… iniciaba la conversación y era la última en responder, mostraba sincero interés.
Daba su tiempo y le parecía la mejor inversión, reía con las ocurrencias, y disfrutaba la presencia, nada más había, nadie más existía cuando él a su lado estaba…
Ella era tierna, sensible, pasional, abierta, valiente y arriesgada… hoy ella ya no existe.
Recibió ausencias, olvidos, mentiras, engaños, traiciones, fue juego cuando creyó ser verdad…
Hoy ya no busca, exige ser buscada…
Hoy no pide, exige le pidan…
Hoy no dedica, exige le dediquen…
Hoy goza el placer fugaz y se ausenta…
Hoy disfruta el placer y deja con ganas…
Hoy ante la ternura responde con sarcasmo…
Hoy ante la ternura da indiferencia…
Hoy ante el romanticismo otorga carcajadas…
Ella era buena, hoy no lo es…😔😔😔
Nada de lo que fue vuelve a ser, y las cosas y los hombres y los niños no son lo que fueron un día. (Ernesto Sábato)
Amén.
#DiaDelMaestro #uncachodeternura #efemerides
El profesor Bombón era uno de esos tipos extravagantes con pinta de científico loco, con el pelo revuelto, gafas redondas y cara de estar siempre concentrado en algún invento.
Pero, en realidad, el profesor Bombón ni era científico ni estaba loco. Y lo que tenía entre manos no eran inventos. Bueno, a lo mejor sí, porque lo que hacía el profesor Bombón era imaginar y escribir historias, aunque no tantas como él querría.
En realidad, el profesor Bombón se llamaba Felipe Casas. Pero todo el mundo le conocía como profesor Bombón porque todos son cuentos los finalizaba de la misma manera:
«Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Y como me ha gustado, tres bombones de un bocado»
(Y se los comía, aunque fuera de mentira.)
El profesor Bombón era maestro de escuela. Todos sus alumnos le adoraban, porque gran parte del día lo dedicaba a inventar cuentos increíbles para que los niños aprendieran más y disfrutaran de las clases. Los niños también participaban, complicando las historias de tal manera que a veces eran casi imposibles de solucionar. Menos mal que el profesor Bombón tenía recursos de sobra para resolver ingeniosamente cualquier situación, por complicada que pareciese.
Un día uno de los niños estuvo a punto de tener un tremendo accidente en el colegio. Nuestro pequeño amigo decidió que quería hacer la trastada más gamberra para convertirse en el protagonista de la próxima novela del profesor Bombón. No se sabe muy bien cómo, pero el muchacho apareció colgado de la lámpara del recibidor de la escuela, a varios metros del suelo.profesor Bombón era uno de esos tipos extravagantes con pinta de científico loco, con el pelo revuelto, gafas redondas y cara de estar siempre concentrado en algún invento.
Pero, en realidad, el profesor Bombón ni era científico ni estaba loco. Y lo que tenía entre manos no eran inventos. Bueno, a lo mejor sí, porque lo que hacía el profesor Bombón era imaginar y escribir historias, aunque no tantas como él querría.
En realidad, el profesor Bombón se llamaba Felipe Casas. Pero todo el mundo le conocía como profesor Bombón porque todos son cuentos los finalizaba de la misma manera:
«Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Y como me ha gustado, tres bombones de un bocado»
(Y se los comía, aunque fuera de mentira.)
El profesor Bombón era maestro de escuela. Todos sus alumnos le adoraban, porque gran parte del día lo dedicaba a inventar cuentos increíbles para que los niños aprendieran más y disfrutaran de las clases. Los niños también participaban, complicando las historias de tal manera que a veces eran casi imposibles de solucionar. Menos mal que el profesor Bombón tenía recursos de sobra para resolver ingeniosamente cualquier situación, por complicada que pareciese.
Un día uno de los niños estuvo a punto de tener un tremendo accidente en el colegio. Nuestro pequeño amigo decidió que quería hacer la trastada más gamberra para convertirse en el protagonista de la próxima novela del profesor Bombón. No se sabe muy bien cómo, pero el muchacho apareció colgado de la lámpara del recibidor de la escuela, a varios metros del suelo.
El niño estaba muy asustado, porque no sabía cómo bajar. Los gritos y los llantos alertaron al profesor Bombón y al resto de maestros.
–No temas, Pedro. Subiremos a por ti– gritaba la directora del colegio.
Pero era demasiado tarde. El peso del niño colgado de la lámpara era demasiado para el techo, y éste empezó a quebrarse.
–¡Cuidado! ¡La lámpara se va a caer!
En cuestión de segundos, la lámpara cayó al suelo y quedó hecha pedazos.
–¿Y Pedro? ¿Dónde está Pedro?
–Mira a ver si está debajo de la lámpara.
–No, aquí no está.
Increíblemente, Pedro estaba en la otra punta de la estancia, hecho un flan en brazos del profesor Bombón, pero sin un solo rasguño.
Nadie podía explicarse cómo el profesor había podido llevar a cabo aquella impresionante hazaña. ¿Sería el profesor Bombón un superhéroe disfrazado de maestro? ¿Habría conseguido sus poderes bebiendo alguna de las pociones que diseñaba en sus cuentos? ¿Sería un extraterrestre enviado para explorar la Tierra, o tal vez un mutante víctima de la contaminación atmosférica?
Y así fue que por el colegio los rumores curculaban rumores y extrañas historias sobre el origen de los poderes del profesor Bombón. Así que no le quedó más remedio que explicarles a los niños la verdad:
–Queridos alumnos. No soy ningún superhéroe. Lo único que hice fue tirarme a por Pedro en cuanto vi que la lámpara empezaba a descolgarse. Pedro se soltó según caía la lámpara, yo lo ví, corrí hacia él, me abalancé y pude cogerlo antes de que cayera al suelo.
–Entonces, ¿no es usted un superhéroe, profesor Bombón? – preguntaron los niños, un poco desilusionados.
–No
–Y entonces, ¿de dónde sacó la energía y el valor para lanzarse a por Pedro, profesor? – siguieron preguntado los niños.
–Del profundo amor que siento por todos y cada uno de vosotros.
Pero a los niños esta explicación no les sirvió. Estaban seguros que era una mentirijilla de esas que cuentan los mayores para ocultar su verdadero secreto. De cualquier modo, el profesor Bombón era un verdadero superhéroe, por lo que desde aquel día todos le llamaron “profesor Superbombón”.
(Desconozco el autor)
«El maestro deja una huella para la eternidad; nunca puede decir cuándo se detiene su influencia».
Amén
Relatos de #GenteDeBien #Argentina #algodemi
Pasó el dia del inmigrante…
Pensé…llore porque mis hijos esperan la apertura para irse del pais.
Lloré por mi Mamá proxima a cumplir 88 años a 400 km. Varada. No puede pasar, yo no puedo entrar y someterme a una cuarentena de 14 dias porque tengo que trabajar. Lloré porque trabajó desde los 4 años. (En el campo es asi).
Lloré por mi salud arruinada para siempre porque el 18/3 no habia reactivos, aplicaban un protocolo absurdo y quedé irreversible. Epoc y disnea cardíaca. Mis saltos, mis bailes sola de salsa, cumbia, etc ya no me acompañan por el ahogo.
Y pensé…
Si no tenes recuerdos de lo que estudiaste en la adolescencia no agarres el Ibáñez porque la bolilla I es «Los Fenicios». Agarra un Bustinza, Levene, de Gandia, etc.
La desigualdad fue cruda al llegar. No voy a obviar el mercado de trata. No soy obtusa.
Pero en esa compleja «unión» de ingresos el porcentual arroja un resultado: el 85% tuvo inserción laboral y en sectores «muy específicos» la agricultura, la pesca, la minería, la industria manufacturera, la hostelería y el comercio.
Es decir puestos «donde apenas era necesaria la formación».
Es en este casi irónico entre líneas te invito a revisar tu arbol genealógico.
En el mío, al menos, ninguno se plantó en el campo de nadie y expresó: «No nos vamos hasta que nos solucionen…». Tampoco y ante la falta de recursos fueron cuatreros. Esa cultura del trabajo y el lomo partido es lo que se transmitió.
Los años han pasado. Mira si ha cambiado todo que hoy vemos a nuestros jovenes en esta dura reflexión: «No se fue de su pais buscando riquezas. Buscaba una calle donde pudiesen caminar sus hijos»»
Amen
Relatos de #GenteDeBien no de lacayos. #Argentina un país de embalsamados
Estoy tan indignada, tan furiosa, tan caliente que no pude subir ni siquiera un relato en estos días.EL REGALOUn muchacho, como de doce años de edad, vestido y calzado de forma humilde, entró en una tienda, eligió un jabón común y le pidió al propietario que se lo envolviera para regalo.
«Es para mi madre», dijo con orgullo.El dueño de la tienda se conmovió ante la sencillez de aquel regalo.Miró con piedad a su joven cliente y, sintiendo una gran compasión, tuvo ganas de ayudarlo.Pensó que podría envolver, junto con el jabón tan sencillo, algún artículo más significativo. Sin embargo, estaba indeciso: miraba al muchacho, miraba los artículos que tenía en su tienda, pero no se decidía. ¿Debía hacerlo o no?.
El corazón decía que sí, pero la mente le decía no.El muchacho, notando la indecisión del hombre, pensó que estuviera dudando de su capacidad de pagar. Llevó la mano al bolsillo, retiró las moneditas que tenía y las puso en el mostrador.Continuaba el conflicto mental. ya había concluido que, si el muchacho pudiera, le compraría algo mucho mejor a su madre.Recordó a su propia madre.Había sido pobre y muchas veces, en su infancia y adolescencia, también había deseado regalarle algo a su madre.Cuando consiguió empleo, ella ya había partido para el mundo espiritual.El muchacho, con aquel gesto, estaba tocando lo más profundo de sus sentimientos.Del otro lado del mostrador, el chico empezó a ponerse ansioso.En el campo de la emoción, dos sentimientos se entrecruzaban: la compasión del hombre, la desconfianza por parte del muchacho.Impaciente, le preguntó: «¿señor, falta algo?» – «No», contestó el propietario de la tienda. «Es que de repente recordé a mi madre.Ella se murió cuando yo todavía era muy joven. Siempre quise darle un regalo, pero, desempleado, nunca logré comprar nada.»Con la espontaneidad de sus doce años, el muchacho le preguntó: -«¿Ni un jabón?»El hombre se calló.Envolvió el sencillo jabón con el mejor papel que tenía en la tienda, le puso una hermosa cinta de colores y se despidió del cliente sin hacer ningún comentario más.A solas, se puso a pensar. ¿Cómo nunca se le había ocurrido darle algo pequeño y sencillo a su madre? Siempre había pensado que un regalo tenía que ser algo significativo, tanto que, minutos antes, sintiera piedad de la humilde compra y había pensado en mejorar el regalo adquirido.Conmovido, entendió que ese día había recibido una gran lección.Junto al jabón del muchachito, lo acompañaba algo mucho más importante y grandioso, el mejor de todos los obsequios: SU AMOR .NO IMPORTA EL REGALO, SINO EL AMOR CON QUE SE DA.Encontrado en la red. Desconozco el autor.
No critiques lo que no te tocó vivir ni sentir. (Anónimo)
Amén