Archivos Mensuales: julio 2021

#papelesdemisbolsillos Una de amor verdadero

LA HISTORIA DE LA GUITARRA QUE SE VE DESDE EL  CIELO.

En el sur de la provincia de Córdoba, Argentina, en medio de la llanura pampeana una guitarra se deja ver desde el cielo. Miles de árboles y colores resaltan en el paisaje, vive una gran historia de amor que ha intentado ganarle al tiempo.

A unos 20 kilómetros de la localidad de General Levalle, se encuentra la estancia La Guitarra, una formación perfecta de unas 25 hectáreas que se hace nítida desde el aire.

Allí, orientada de este a oeste se puede observar a una colorida guitarra. La idea fue de Graciela Yraizoz, madre de Ignacio Ureta, quien ha dado a conocer la historia  en su blog. Graciela no llega a ver realizada su idea porque fallece a los 25 años en 1977, pero Pedro Martín Roberto Ureta, el esposo de Graciela, quiso que la guitarra que una vez pensó su gran amor, se convierta en realidad.

Y allí, en el sur de Córdoba inició la obra. Durante 5 años trabajó para que la guitarra sea una realidad. Para ello necesitó un total de 7000 árboles, distribuidos así: 

En sus contornos está formado por pinos cipreses californianos de color verde oscuro, las 6 cuerdas de la guitarra están hechas con eucaliptos medicinales de un tono característico azulado, el puente al igual que la estrella que decora la boca de la guitarra, están delineadas por pinos cipreses de piña.

La guitarra tiene un largo de 2500 metros y 400 metros de ancho. Para Pedro, construir la guitarra no fue fácil. Consultó a varios paisajistas, pero no comprendieron lo que quería hacer, por ello decidió hacerlo por su cuenta, y dedicó su tiempo para que Graciela pudiera ver la guitarra desde “el cielo”.

Hubo de esperar varios años para que los árboles crecieran y la guitarra alcanzará su total esplendor. No son pocos los aviadores que la disfrutan desde el aire cuando pasan sobre la zona.

La Guitarra nació de una historia de amor, dio color y vida a la llanura. Desde el suelo es difícil imaginar que se está en medio de una guitarra, y uno está rodeado de grandes hileras de árboles.

El 19 de septiembre de 2019 falleció Pedro Martín Roberto Ureta, a los 79 años de edad, dejando esta historia y la guitarra que con tanto amor y dedicación construyó.

Lo paradójico es que su creador nunca la pudo admirar desde el aire porque tenía miedo a viajar en avión.

«quien te prefiere sin necesitarte te cuidará como mereces, a fuego lento, a viva llama y de forma paciente, dejando que el propio tiempo y la felicidad hagan de ese amor algo perdurable»

Amén

#papelesdemisbolsillos #Abandono


«A todos nos abandonaron un día». #poesiavillera (DQ)


Y cuando digo abandonar, no me refiero sólo a un acto extraordinario.
Traumático.
No.
Es más simple.
Pero duele igual.



A todos nos abandonaron en el medio de un quilombo.
En el inicio de un proyecto.
En el placer del logro cumplido.
En el momento menos pensado.
En el momento más esperado.

A veces pasa, que te das vuelta y no tenés quien te junte los mocos, quien te dé la palmada en la espalda, quien te guiñe el ojo cuando algo te salió bien y quien te limpie las rodillas cuando te fuiste al pasto.

Todos sabemos de la soledad que se siente cuando nos sentimos solos.
Porque todos fuimos abandonados un día.

Y entonces, encontramos un secreto tristísimo, un acto paliativo, para tapar ese pozo.

Vemos gente que se come la angustia tragándose un paquete de cigarrillos,
el otro que corre y corre como un loco a ver si el viento en la cara le vuela ese agujero en el pecho.


Personas que se comen las uñas junto con los nervios y la ansiedad paralizante.
Paquetes de galletitas que van a parar a la boca sin noción de que lo que se intenta matar, no es el hambre.
O por lo menos , no ese.


Pibes que se perforan la nariz y las venas, con alguna que otra cosa que lo pase a otra realidad por un par de horas.
El otro se pone a jugar lo que no tiene.
Vos comprarás compulsivamente cosas que no necesitás, para sentirte un poco vivo por un instante.


Y yo me quedaré mirando una película, que me habilita disimuladamente a llorar mirando afuera, lo que no tengo ganas de mirar adentro.


Es que somos tan jodidos con nosotros mismos que cuando peor estamos, es cuando más nos castigamos.

Porque todo eso que te comés, te come a vos.
Te pone peor.
Te suma al abandono, la culpa de hacer algo que sabés que no es genuino.
Que no es lo que querés.

No comés así por hambre.
No corrés por deporte, cuando te estás rajando de vos.
No te intoxicás por placer.
No te acostás con … por amor.
Tapás.
Escondés.
Tirás abajo de la alfombra.
Cerrás los ojos.
Te ponés un bozal y un par de auriculares para no escuchar tu corazón.

Date cuenta.
Te estás comiendo a vos.
Y quizá, el secreto esté en frenar.
En sentir.
En recordar, que en ese abandono lo que te falta, es lo que tenés que buscar.

Amor.

Quizá sea hora de pedir ese abrazo.
De acostarte en las rodillas de tu mamá.
De poner la pava y llamar diciendo, sí, te juro que te necesito.
Es ahora.
Después no.
Ahora.

Andá a esa casa.
Hablá con quién te escucha.
Llorá.
Gritá.
Decí.
Vomitá.
Pedí.
Da.

Ahora.

By Ciruelo

Hacer malabares, en medio del despelote, no tiene más que un resultado despelotado. Resultado que no va a curar la herida que te sangra, porque le estás metiendo una curita.
Y las curitas no curan.
Las curitas tapan.
Y vos sabés muy bien que el dolor tapado no es dolor sanado.

Pará un poquito.
Mirá en el espejo de tu alma.
Frená.
Mirá lo que te falta y salí a buscarlo en dónde creas que lo puedas encontrar. De verdad.

No revolotees como mosca en platos vacíos.
Pedí lo que necesitás si ves que solo no podés.

Porque no hay peor abandono que el que se hace a uno mismo.
Con eso no se juega.
No tenés derecho.

«Ser derrotado es a menudo una condición temporal, abandonarse es lo que hace que sea permanente» Vos Sabant

Amén

#PapelesDeMisBolsillos. En esta casa nunca hay nada…!

#poesiavillera

En esta casa nunca hay nada. Me quejo cada vez que estoy en lo de mi vieja. Siempre falta algo. Una silla, un plato, vasos, escoba, papel higiénico, lavandina; nunca nada normal. De chico me daba vergüenza invitar a alguien a comer porque no había donde sentarse.

Armábamos un banco con un tablón que a la vez se usaba de andamio y la mesa era una puerta encima de dos caballetes. Desde que tengo memoria nunca comimos en platos iguales. Un guiso en plato playo o una milanesa en plato hondo. Una birra en una taza de te y un mate cocido en un vaso de Coca Cola.

En esta casa nunca hay nada. Me quejo cuando abro la heladera y no hay jugo preparado. O el chocolate que dejé para después y seguro lo comieron mis sobrinas. Mi vieja grita y pregunta quién fue. Nadie se hace cargo. En casa todos comen lo que hay. Ningún alimento es propiedad de nadie. Si está en la alacena o en la heladera, se come.

En esta casa nunca hay nada. Me quejo cuando no puedo dormir la siesta o cuando nos quedamos sin gas. Cuando no puedo tomar mates tranquilo sin que haya qu4lombos de criaturas y mis hermanas entrando y saliendo.

En esta casa nunca hay nada. Me quejo y mi vieja me dice: «mirá a tu alrededor, hay de todo viste? Hay gente que no tiene de que quejarse porque ni familia para tomar mate tiene. Hay gente que tiene todo y está sola. Acá nunca hay nada es verdad, pero vos tenés todo».

Tiene razón, me quejo de lleno.

Damián Q.

«Quejarse es el pasatiempo de los incapaces»

Amén.